En la crianza es fundamental una de las herramientas básicas que dota la filosofía: el arte de preguntar. Sin embargo, en el ámbito de la crianza estamos demasiado habituad@s a las respuestas y no tanto a las preguntas. Tod@s nos indican qué debemos hacer, cómo lo debemos hacer y cuándo lo debemos hacer. Da igual si son familiares, amig@s, conocid@s o incluso, desconoci@s.
Hace poco, por ejemplo, una chica que acabábamos de conocer nos dijo que “la estábamos cagando” por practicar el colecho. Son frecuentes los casos en los que nos encontramos con personas que se inmiscuyen en asuntos ajenos. Por eso, es tan importante ser nuestro propio Sócrates, para indagar en nosotr@s mism@s y hacer caso omiso a aquell@s que “lo saben todo”.
Si queremos solucionar nuestros problemas, si queremos respuestas, lo primero que tenemos que hacer es hallar las preguntas. ¿Cómo vamos a encontrar soluciones a nuestros problemas si no nos preguntamos por ellos?
Como analizamos en “el arte de la conversación en la educación (Sócrates)” en el método socrático la pregunta es fundamental, porque gracias a ella se consigue que el interlocutor exteriorice sus propios conocimientos. La pregunta ayuda a extraer “la verdad” que tod@s llevamos en el interior. Dicho de otra manera, la pregunta facilita que “oigamos” la respuesta dada por nuestro sentido común y consigue que nos fiemos de él.
Fran Peavey, desde el mundo empresarial, señala la importancia de las preguntas estratégicas. “Las preguntas pueden ser como una palanca que usas para forzar o abrir la tapa pegada de una lata de pintura...Si tenemos una palanca corta, no podemos más que sólo romper la tapa de la lata. Pero si tenemos una palanca más larga, o una pregunta más dinámica, podemos abrir la lata ampliamente hasta remover todo su contenido... Si se aplica la pregunta correcta, y excava lo suficientemente profundo, entonces podemos remover o sacar todos las soluciones creativas”.
Los pensadores clásicos griegos y, fundamentalmente, Sócrates nos impulsan a indagar en nosotr@s mism@s. “Conócete a ti mismo” es un aforismo inscrito en el templo de Apolo en Delfos, que nos incita a investigar sobre nosotr@s mism@s. Nosotr@s conocemos mejor que nadie cuáles son nuestras propias circunstancias y cómo son nuestr@s hij@s y por ello, sabemos mejor que nadie qué es lo que más nos conviene.
Estoicos como Séneca también nos invitan a vivir racionalmente y no por imitación. El modelo de crianza que otr@s han seguido, no tiene por qué encajar con nosotr@s, fundamentalmente porque las circunstancias y l@s hij@s no son los mismos Como dice Séneca en “Sobre la felicidad”, “hay que decidir, pues, a dónde nos dirigimos y por dónde”. Tenemos que pensar cuáles son nuestros objetivos en la crianza y cómo podemos lograrlos. Por ejemplo, si queremos hij@s autónomos, nos tendremos que plantear cómo podemos trabajarlo en el día a día para lograrlo (practicando la alimentación autorregulada, dejando que elijan la ropa y prueben a ponérsela, dejándoles también que elijan entre comida saludable, no forzandolos a dar besos, etc.).
Cuando repetimos acríticamente el modelo que hemos recibido o seguimos ciegamente lo que dicen ciertos gurús, sin tener en cuenta aquello que dicta nuestra razón (o conciencia o sentido común), no somos los dueñ@s de nuestras decisiones. Al fin y al cabo, lo que hacemos es dejarnos arrastrar por nuestra vida, en vez de tratar de conducirla.
Por lo tanto, como dice Séneca, es conveniente que el ser humano “no se deje corromper ni dominar por las cosas exteriores y sólo se admire a sí mismo, que confíe en su ánimo y esté preparado a cualquier fortuna, que sea artífice de su vida”.
Alaia Saenz Orbe
Alaia Saenz Orbe
Soy Alaia Saenz, licenciada en filosofía por la Universidad de Deusto y profesora en educación secundaria. Pero sobre todo, soy madre de dos hijas y estoy preocupada por su desarrollo personal.
El hecho de ser madre ha cambiado mi foco de interés y por eso analizo desde la perspectiva filosófica temas relacionados con la crianza, basándome en los grandes clásicos de la historia.
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