Homo homini lupus. Según el filósofo Hobbes, el hombre es un lobo para el hombre. Una concepción muy negativa del hombre o, mejor dicho, del ser humano. Es capaz de cualquier cosa con tal de salvar su propia vida; por eso, vive en una situación de guerra luchando por su supervivencia. Y esa creencia es la que parece que subyace en la mentalidad de algunos padres, madres, abuelos, abuelas, conocidos y conocidas que nos dicen que los bebés o niños nos engañan, nos manipulan, nos desafían, nos “torean” o nos “vacilan”.
Un recién nacido que no es capaz de controlar los movimientos de su propio cuerpo o de tener conciencia de su propia existencia, en cambio, se considera que tiene la suficiente inteligencia como para poder manipular a un adulto. Cuántas veces nos han dicho “pero si no tiene ni lágrimas, lo coges y deja de llorar”. Como si estar en brazos no fuese una necesidad sino simplemente un capricho de un ser egoísta. Y así desde que nacemos somos considerados seres egoístas, capaces de engañar a nuestros seres queridos con tal de conseguir nuestro propio beneficio.
Así pues, el bebé es un “lobo” para su familia; de modo que sus tutores deben mostrarse autoritarios para ocuparse de sus hijos, de la misma manera en la que el Estado propuesto por Hobbes debe tener el poder absoluto para poder dominar a sus ciudadanos. Este poder o autoridad se supone que es en beneficio de sus súbditos; éstos pierden derechos pero conservan la vida, la seguridad y la paz.
Así mismo, los padres autoritarios que no se dejan “manipular” priorizan las necesidades físicas (alimento, ropa, aseo…) pero relegan a un segundo plano las necesidades emocionales y afectivas de los niños, como la necesidad de estar en brazos o de ser atendido. Se cubren las necesidad fisiológicas, ¿pero dónde queda el desarrollo pleno del niño o del ciudadano, en el caso del régimen absolutista de Hobbes?
El miedo quizás sea el factor más determinante para conseguir el orden y la obediencia. Y el autoritarismo se fundamenta precisamente en el miedo y en el castigo. ¿Funciona? Seguramente. Por ejemplo, en el caso de una emergencia sanitaria, la mayoría de la gente es capaz de obedecer y quedarse en su casa por miedo a posibles contagios. Pero realmente es efectivo el contínuo uso del miedo? ¿Y acaso no son muchísimo peores las consecuencias que acarrea?
En definitiva, considero que el miedo y el autoritarismo funcionan para conseguir determinados objetivos cercanos en el tiempo, pero que en realidad son contraproducentes, porque impiden el desarrollo pleno del niño o de la persona.
Alaia Saenz Orbe
Alaia Saenz Orbe
Soy Alaia Saenz, licenciada en filosofía por la Universidad de Deusto y profesora en educación secundaria. Pero sobre todo, soy madre de dos hijas y estoy preocupada por su desarrollo personal.
El hecho de ser madre ha cambiado mi foco de interés y por eso analizo desde la perspectiva filosófica temas relacionados con la crianza, basándome en los grandes clásicos de la historia.
También puede interesarte...
Comentarios
Yo no soy madre y no estoy puesta en métodos de crianza pero tu reflexión me ha resultado muy interesante.
¡Ya estoy esperando la próxima entrada!
Gracias
Suscripción de noticias RSS para comentarios de esta entrada.